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Personal

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La trayectoria de Miguel Ángel González gravita y se despliega entre multiplicidad de disciplinas y prácticas artísticas  que parten de su pasión por el arte dramático. A los 23 años decide trasladarse desde su Ginebra natal a Barcelona, con la determinación de formarse académicamente en el estudio Constantine Stanislasky. Desde entonces, su implicación en  proyectos como la fundación del centro cultural  Banana Factory o  sus incursiones en el ámbito del  cortometraje en súper 8 y la performance , demuestran  ese espíritu inquieto y afán por explorar nuevos terrenos creativos que, a partir de los años noventa,  le llevaron a  sumergirse de lleno en el diseño de lámparas . En ellas, encontró un medio en el que aunar las  experiencias y conocimientos  adquiridos  a lo largo de este  bagaje que,  en su compromiso creativo, somete a una continua renovación. 

 

Para comprender la idiosincrasia de sus diseños,  es vital conocer su enraizado vínculo con el mundo cinematográfico y teatral del que nacen  multitud de referentes que se dan encuentro en cada una de sus lámparas. Atraído desde su adolescencia por los procesos de montaje de las maquinarias, empieza a recolectar disparidad de piezas de carácter industrial que combinadas ente si  darán  forma a sus diseños. En manos del artista, la significación del objeto adquiere una nueva  dimensión que hunde sus raíces en la estética industrial  de películas como Brazil de Terry Gillian o compañías teatrales como la Fura dels Baus donde llegaría a colaborar . En este aspecto, las piezas fragmentadas que se imbrican bajo una apariencia robótica y maquinista,  convierten sus lámparas en artefactos  que  bien podrían haber  figurado como atrezzo de los largometrajes  futuristas de los años cincuenta. Sin embargo, en su  desarrollo creativo cercano a la producción artesanal, se opone radicalmente  a la deshumanización y serialización que conlleva el modelo industrial.

En cada una de sus sorprendentes creaciones, Miguel Ángel  nos remite a  la idea de belleza  inaugurada por el poeta frances Lautréamont y posteriormente utilizada por los artistas surrealistas  según la cual lo bello radica " en  el encuentro fortuito de un paraguas con una máquina de coser en una mesa de disección ". A partir de este planteamiento y sin  renunciar al  utilitarismo intrínseco al objeto creado, Miguel Ángel incorpora   las emociones humanas, las formas orgánicas y el mundo irracional a una diversidad de objetos preexistentes que , en sus asociaciones insólitas, renacen como metáforas. Desde este punto de vista, la capacidad para crear atmósferas y ambientes  que influyen directamente  en nuestra percepción transforman  este objeto en  el vehiculo idóneo  a través del que dar vida y alma a una serie  de piezas  que individualmente  nos resultarían  inertes.  

A sus aspectos estéticos y funcionales cabe añadir el componente ético intrínseco  al acto de reciclar. En lugar de ocultar los defectos e imperfecciones propios de los objetos o materiales reutilizados, en sus lámparas  se manifiesta y celebra la  capacidad  de resiliencia y adaptación . En este sentido, el germen  que subyace en el proceso creativo que lleva a cabo  Miguel Ángel, entronca con la filosofía nipona Wabi Sabi entorno a la belleza de lo imperfecto. En  contrapunto a la  estética occidental  tradicional basada en la perfección, aboga por una  belleza surgida de las cosas incompletas, humildes o defectuosas para hacer especial hincapié en la idea del paso del tiempo como algo natural y a su manera, hermoso. Como en sus lámparas, los defectos, asimetrías y asperezas se realzan para  redescubrir la belleza de lo autentico .

 

 

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